LAS ESCUELAS LANCASTERIANAS EN LA CIUDAD DE MEXICO 1822 - 1844
Se utilizaba una nueva técnica
pedagógica por la cual los alumnos más avanzados enseñaban a sus compañeros.
Un solo maestro podía enseñar de
200 hasta 10000 alumnos, con los que bajaba el costo de la educación.
Los alumnos eran divididos en
pequeños grupos de 10; cada grupo recibía la
instrucción de un monitor o instructor, que
era un niño de más edad, y más capacidad, previamente preparado por el director
de la escuela.
Las asignaturas que se impartían
eran: escritura, lectura, aritmética y además
se les enseñaba doctrina Cristiana.
Desde la entrada del niño a la
escuela hasta su salida por la tarde, sus actividades estaban controladas por
una serie de requisitos, ordenes, premios y castigos.
En las escuelas era común que
las ventanas estuvieran rotas y tapadas
con bastidores de madera.
Algunas escuelas tenían baño,
que consistía de un cajón, pero la mayor parte optaba por dejar a los niños
salir a la calle provocando quejas de las autoridades municipales.
En las paredes había un Santo
Cristo de madera y alrededor del cuarto se suspendían grandes carteles para la
enseñanza de la lectura y la aritmética.
Un día común en una escuela
Lancasteriana era de 6 o 7 horas de clase, con un descanso de dos horas al medio
día para comer en casa.
Al entrar a la escuela en la
mañana, el niño se formaba en línea con sus compañeros de clase para la
inspección de: cara, manos y uñas, su ropa debía estar limpia, sus zapatos o
pies sin lodo.
Para escribir se usaban pluma de
ave que habían sido cortadas y preparadas por el director de la escuela. La
tinta se hacía de huizache y caparrosa y costaban un real cada cuartilla
(equivalente a 4.033 Litros). El papel generalmente era de un tipo llamado de
Holanda o a veces era de maguey.
Los utensilios de enseñanza
presentaban un gasto fuerte, ya que equivalían a una tercera parte del
presupuesto mensual de 8 pesos destinados a los utensilios (arena, pizarrines y
plumas).
Divisas de mérito y castigo,
unas tarjetas o planchuelas de madera que el director colgaba con una cuerda al
cuello del niño.
Horario de la mayor parte de las
escuelas era de 8:00 a 12:00 y de 2:00 a 5:00 o sea 7 horas de clases.
Generalmente el mayor número de
niños asistía en las mañanas no en las tardes, el 80% de los alumnos tenían
entre 6 y 10 años, aunque algunos solo tenían 4 años y otros 14 años.
MÉTODO MUTUO.
La enseñanza mutua fue
practicada por algunos maestros particulares y en las escuelas gratuitas de
algunos conventos. Pero la compañía lancasteriana fue la que ganó para el método
de atención y el apoyo de gobierno el público, e impulsó el establecimiento de
escuelas de enseñanza mutua en toda la nación.
El telégrafo era uno de los
aparatos distintivos de la técnica lancasteriana, que era un palo de madera que
sostenía en su extremidad superior una aspa de hojalata que en un lado decía el
número de la clase y en el otro EX que quería decir examen.
Cada grupo de 10 niños tenía su
monitor que, de acuerdo con un horario, enseñaban las lecciones de escrituras,
lectura aritmética y doctrina cristiana.
Además de un monitor particular
había monitores generales y de orden.
§
Monitor general: tomaban la
asistencia, averiguaba la razón de la ausencia de un alumno, cuidaban los útiles
de la enseñanza.
§
Monitor de orden: administraban
la disciplina.
Todos los monitores eran
supervisados por el director de la escuela. El “mecanismo” del sistema de
monitores debía funcionar casi por sí solo.
Al toque de una campanita de
bronce, los niños marchaban al aula y se distribuían en las mesas por clases.
Con una precisión militar y
siguiendo la señal del monitor de orden “los alumnos daban su frente a las
mesas, quitándose los sombreros por medio de un cordón y se arrodillaban para
elevar sus preces al Ser Supremo”.
Se enseñaba primero las letras
que consideraban mas fáciles como I, H, T, L, E, F, después las que tenían
ángulos (A, U, W, M, N) y curvas (O, U, J).
La doctrina cristiana se
enseñaba de igual forma que la lectura, o sea, los niños en semicírculos
memorizaban primero el catecismo de Ripalda y el catecismo del abate Fleuri,
para ahondar en la explicación.
La instrucción recibida por el monitor, era
que debían leer.
Para asegurar el orden y
promover el estudio era el sistema de premios y castigos.
Un niño desaplicado y
desobediente era reportado por su monitor de grupo, al monitor de orden, quien
administraba la pena.
Los castigos ordinarios
consistían en que se colgaba una tarjeta de castigo del cuello del muchacho o se
le hacía arrodillarse, poner los brazos en cruz, a veces sosteniendo piedras
pesadas en las manos.
Por faltas mas serias, el
estudiante era llevado al director para recibir
golpes con la palmeta.
El origen social de los
alumnos
El fin de esta era de
promover la educación primaria entre las clases pobres. Ya que la mayor parte
de los alumnos inscritos en estas escuelas gratuitas de la compañía
lancasteriana y del municipio eran pobres.
En una encuesta el 24% de
los niños puso como ocupación de sus madres, indicando
con ello que su padre estaba muerto, ausente o era desconocido.
Las mujeres sostenían a sus
familias principalmente como costureras, lavanderas y sirvientas.
Los
trabajos paternos eran zapatero, comerciante tejedor, carpintero militar y
sastre.
No había ningún medico y
abogado
La mayoría de los niños era
evidentemente de clase popular.
Su importancia en la
difusión de la enseñanza elemental
La idea clave del sistema lancasteriano fue
que el niño debía ser constantemente activo. No se aburriría, porque siempre
estaba aprendiendo algo del monitor en su pequeño grupo. Lancaster insistía en
que cada niño debe tener algo que hacer a cada momento y una razón para hacer.
El sistema lancasteriano fue de suma
relevancia por sus características método de enseñanza, ya que como no existían
gran numero de maestros, se capacitaba y orientaba a niños con capacidades
sobresalientes, para enseñar al resto del grupo ya que era de gran cantidad de
alumnos y estos reducía costos y podías dar educación a todos.
Bibliografía:
Tranck de Estrada,
Dorothy (1992), "Las escuelas Lancasterianas en la ciudad de México: 1822-1842",
en La educación en la historia de México, México, El Colegio de México (Lecturas
de historia mexicana,7), pp.49-68.
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